José Miguel Benavente

Financiamiento público de las ciencias y las artes

Si hay algo que es difícil de explicar a aquellos que nacieron bajo el yugo de la ortodoxia economista son las partidas presupuestarias relacionadas con las ciencias, las artes y la cultura. Cuesta hacer entender que estos ámbitos del quehacer humano

Por: José Miguel Benavente | Publicado: Miércoles 30 de marzo de 2011 a las 05:00 hrs.
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Si hay algo que es difícil de explicar a aquellos que nacieron bajo el yugo de la ortodoxia economista son las partidas presupuestarias relacionadas con las ciencias, las artes y la cultura. Cuesta hacer entender que estos ámbitos del quehacer humano si bien puede que no afecten en forma inmediata la tasa de crecimiento económico del país la evidencia muestra que si afecta su nivel de desarrollo. Desde el punto de vista económico, hay sobradas razones, incluso bajo el prisma neoclásico, de la necesidad de recursos públicos para que estas actividades puedan desarrollarse. De no ser por dicho apoyo, la filantropía reinaría. Aunque sería a costa de un bajo nivel de ciencia y cultura, y más encima, sesgados hacia lo que el donante quisiera. ¿Les suena conocido?


Esta débil visibilidad de los resultados explica que los científicos y los artistas tengan gobiernos corporativos muy organizados de modo de que los presupuestos respectivos no se vean mermados en el largo plazo.

Más allá de los montos involucrados también importa la forma en que se entrega el apoyo. Tradicionalmente, los recursos públicos son asignados mediante concursos bajo la premisa de que la competencia evaluada por pares termine seleccionando a los mejores. Ello casi independientemente de las preferencias del auditorio o la sociedad como un todo. 
Algunos países han intentado otro mecanismo. Y es apoyar a la demanda. Es decir, que los potenciales consumidores, en especial aquellos que no tengan recursos para privadamente financiar la ciencia o la cultura lo hagan a su antojo e interés. El reinado del consumidor. Así la pertinencia de la ciencia como también de las artes estaría asegurada. Si le doy un voucher a un trabajador para que lo pueda gastar en ballet o teatro, sus preferencias estarán detrás de su elección. Y la oferta debería alinearse en consecuencia. 
No es difícil darse cuenta de que algunas disciplinas científicas o artísticas podrían verse en serios problemas. Así, los conciertos de grupos musicales de turno verían expandirse su demanda en forma galopante mientras que lo contrario podría ocurrir con la orquesta sinfónica universitaria. Obviamente no existe una formula mágica para balancear una amplia y heterogénea oferta con la mayor satisfacción de los demandantes. Es por ello que para países en la medianía del desarrollo, como Chile, modelos mixtos suelen ser buenas soluciones. 
De esta manera, la existencia de mecanismos de concursos evaluados por colegas que logre efectivamente discriminar los buenos de los no tanto, resulta una práctica deseable. Fondecyt en ciencia y Fondart en artes y cultura son ejemplos de aquello en nuestro país. Aquí, sin embargo, se hace imprescindible rayar la cancha de lo que se espera de los ganadores. 
Pero también es importante complementar estos esfuerzos con apoyos vía la demanda, donde la libertad de los conciudadanos entregue las señales de pertinencia de los esfuerzos financiados con nuestros impuestos. 
Si sólo se financia la oferta puede que ésta termine siendo irrelevante a lo que la sociedad desea. Pero peor aun, sólo financiando la demanda, puede que terminemos con una gran industria de cine subido de tono cuya música sea escrita por ex-concertistas.

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